Nos levantamos temprano, como a la 8 para poder pasear a Lucas antes de dejar la casa cerrada y salir hacia el aeropuerto.
Ésta es la primera vez que salimos de viaje desde Andalucía, desde Málaga más concretamente.Tenemos una hora y media más o menos hasta el aeropuerto y aunque salimos a las 12:15, nuestros queridos amigos de VUELING (es la quinta vez que juro y perjuro que no volaré más con ellos) nos han dicho que no es posible hacer check-in online en el aeropuerto de Málaga. ¡Pues va a ser que no me lo creo!
Al llegar intentamos hacer check-in en una de las 4 máquinas habilitadas que, llamativamente, están vacías.
Por desgracia, Caracola tiene nombre compuesto y la máquina dice que no coincide el nombre del billete con el del pasaporte. Y claro, me dice que hable con un atento asesor que no existe.
Como la cola es enorme, Caracola me sugiere que pregunte en la oficina de atención al cliente que está justo al lado. Nada más acercarme ya se lo que va a pasar; las dos señoritas están enseñándose fotos de whatsapp y comentando sobre ellas. Espero un par de minutos antes de abrir la boca, por no interrumpir tan interesante debate, y cuando lo hago recibo una respuesta inesperada:
– «No pasa nada.»
– «¿Ah, no?»
– «No, puede ponerse en esa cola para sacar la tarjeta de embarque.»
– «Ya, pero lo de ir a la máquina era para no hacer la cola.»
– «Si, todo el mundo quiere saltarse la cola, pero no se puede.»
– «Entonces, ¿para que ponéis las máquinas?»
– «Ah, pues no lo sé.»
– «Gracias» (por nada).
Así que me vuelvo a despedirme de mis padres que serán los canguros de Lucas estos días, y vuelvo a la fila con Caracola. Por suerte solo esperamos 20 minutos más… (unos 40 minutos en total).
Nos despedimos de Lucas y de mis padres otra vez, pasamos el control de seguridad, el de pasaportes (como siempre mi pasaporte no funciona en la máquina del escáner) y llegamos a la puerta cuando ya están embarcando. ¡Y eso que vinimos con tiempo!
El vuelo va perfecto. Hasta comimos algo (no habíamos desayunado y nos moríamos) y oye, no se si era por el hambre o qué pero hasta me supo bien…
Al llegar a Marrakech pillamos el transfer del Riad donde nos quedamos: Riad Nathalie.
Allí nos recibe Hanza, un chaval joven de unos 25 años, muy hablador y simpático.
Nos prepara un té de bienvenida y hablamos de las costumbres al servirlo, si lleva azúcar o no… Todo muy cómodo la verdad.
Soltamos las cosas y con los consejos de Hanza nos vamos camino de LA PLACE que básicamente es como llaman a la plaza más famosa de Marrakech: Yamma El Fna.
Como ya son las 14:30 entre pitos y flautas, nos paramos a comer en un sitio que no recomienda Hanza al lado del hotel, Riad Café Laarous.
El sitio tiene una terraza que da a la calle donde está el aparcamiento de la entrada de la Medina (uno de ellos, claro). Las vistas no son bonitas pero al menos podemos curiosear.
El tráfico como siempre es horrible. Motos por todos lados que pasan rozándote, bicis, carros tirados por burros, coches pitando continuamente, peatones por doquier y además calesas con turistas. Todo ello mezclado en una calle que por supuesto no tiene una sola línea pintada en el suelo. Y sin embargo fluye. Impresionante…
Comemos un cuscus (malo) y un Tajine de ternera (bien) que es el plato típico de Marrakech. Un sitio normalito pero bien.
Comidos y bebidos cogemos camino a la plaza. Según nos indicó Hanza no hay pérdida. La calle toda recta. Pero el no nos conoce así que pronto empezamos a girar para ir viendo los cientos, miles de puestos que se van abriendo hasta meternos en pleno zoco.
Absolutamente todo está lleno de tiendas, de todo. Desde fruta, especias, babuchas, carne, telas, lámparas… De todo lo habido y por haber, una tienda tras otra. Hasta 10.000 tiendas en todo el zoco, uno de los más grandes de todo Africa del norte.
Imaginad, si pasáramos un minuto en cada tienda estaríamos una semana sin parar, ¡sin dormir, 166 horas!
Un par de horas después, llegamos a la plaza. Un espacio enorme con tiendas, domadores de serpientes, restaurantes, fruterías, … Esta absolutamente lleno de vida.
Nos acercamos por azar al Café de La France, que resulta que es uno de los sitios más turísticos. La verdad es que cuando llegamos no había prácticamente nadie y de repente se lleno por completo. Imaginamos que la gente comenzaba a salir de sus Riads.
Pasamos un rato muy agradable tomando un té con menta (más menta que té) y mirando la plaza y el minarete de la mezquita de Koutobia que tiene 77 metros. justo cuando comienza la llamada al rezo.
La llamada es menos solemne de lo que recordaba de Jordania. Quizás el bullicio de la plaza le resta ese toque sagrado.
Terminamos nuestro té mientras vemos como limpian los cristales de la terraza de enfrente, sin ninguna seguridad y colgados en la ventana.
Abajo recorremos la plaza y vamos de camino hacia la mezquita. Junto a ella, un parque está lleno de parejas que han aparcado la moto junto a un banco y charlan cogidos de la mano. Sería más bonito si no hubiese tanta moto. Hacemos un pequeño descaso para planificar nuestra ruta y continuamos hacia Bab Agnou, una de las puertas que da acceso a la Kashbah, la ciudad fortificada. La puerta es famosa porque está construida con piedra de pizarra del Atlas y tiene los tres tipos de arcos.
Dentro de la Kashbah nos acercamos hasta las tumbas Saadíes. Llegamos como a las 18:15 así que ya estaba cerrado. Nuestra ruta seguía hasta un par de palacios más pero un señor allí nos indicó que los monumentos cerraban a las 17.
Así que decidimos ir hacia Le Jardin Secret que vimos al pasear por el zoco pero igualmente cuando llegamos a las 19:10 ya estaba cerrado.
Ya que estábamos cerca fuimos a Le Jardin (a secas) que de trata de lo que la guía Lonely Planet describe como un oasis de calma en mitad del zoco para tomar algo y reponer fuerzas.
Al llegar pudimos comprobar que lo de tomar algo, es más bien cenar. Preguntamos y nos pusieron en una esquina donde pedimos un par de batidos de fresa y naranja y «una tapa» de hummus.
El sitio es bonito, verde, lleno de árboles y pájaros que al anochecer, cuando llegamos, pían sin parar hasta que se va el sol y entonces se hace el silencio.
El sitio es bastante postureo y aunque lo batidos estaban buenos, el hummus era de pena.
Estamos un rato ahí, y al final decidimos que preferimos ir a cenar a una terraza que vemos en TripAdvisor y que queda a 1 minuto: Kui Zin.
Aunque el sitio por fuera no apunta demasiado (tiene un cartel de neón casi nada llamativo que no invita mucho) la verdad es que cenamos muy bien. Pollo con limón para mi y cordero con naranja para Caracola.
La terraza es bonita, no tiene grandes vistas (se ven las terrazas del resto de restaurantes pero tenemos suerte y la luna está bonita con Venus a su lado). La luna y la estrella, hacen juego con el ambiente.
Además hay un grupo tocando música típica y en un momento empieza a sonar música más animada cuando aparece una bailarina y nos enseña la danza del vientre. Muy típico todo pero, no tan guiri como suena.
Cenados y cansados de todo el día nos decidimos a ir de regreso al hotel que estaba como bien decia Hanza a 10 minutos caminando.
Derrotados nos metemos en la cama. ¡Buenas noches!
Información práctica.
- Riad Nathalie: 45€
- Transfer: 15€
- Comida Riad Café Laarous: 17,5€
- Aperitivo Le Jardin: 18€
- Cena Kui Zin: 25€