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África Madagascar (2015) Viajes

Día 16 – Tulear – Ifaty (Mangily)

Nos despertamos en Tulear con un dolor de espalda importante y con la garganta jodida. Parece que el haber dejado el ventilador toda la noche funcionando por miedo a los mosquitos no ha sido una idea que podamos decir maravillosa.

Igualmente nos da igual porque hoy vamos camino de Ifaty a pasar unos días de vacaciones en la playa y eso nos tiene más que animados. Tampoco tenemos que madrugar demasiado pues tenemos solo una hora y media hasta nuestro destino así que después de ducharnos (¡bendita ducha!) y tomar un desayuno en la terraza del hotel, a las 10 salimos en dirección a Ifaty con Joce.

Tenemos que hacer unas paradas para sacar dinero, enviar unas postales y sobre todo pasar por la oficina de Air Madagascar para confirmar que no hay ningún problema con nuestro vuelo. Estamos en modo bastante paranóico, sobre todo yo, con este tema pues cada vez que nos cruzamos con un viajero nos cuenta una historia distinta sobre todos los problemas de esta aerolínea. Incluso nos han llegado a contar que en una ocasión el piloto cambió el destino en pleno vuelo para hacer una parada y coger algo y ¡luego continuar! En fin, esperemos que sean leyendas malgaches.

En la oficina de Air Madagascar nos dicen que no hay ningún problema, que está todo correcto y que el vuelo está confirmado. Aprovechamos que Joce nos va a acompañar estos días en Ifaty para luego llevarnos de vuelta al aeropuerto y le pedimos que actualice los datos de contacto por el móvil de Joce y así estar informados en todo momento.

Con los deberes hechos por fin ponemos ruta a Ifaty.

A los diez minutos de camino Joce para en un mercado y nos dice si no nos importa que venga una amiga en el coche. Le decimos que ningún problema y aparece una chica de unos 20 años que se sube al coche. Nos parece un poco raro después de la amiga de antiguo conductor que nos llevó en la antigua ruta y nos preguntamos si no será una puti que se ha pillado Joce. Más tarde confirmaríamos que al menos la chica, sí que lo era aunque no sabemos si Joce era su cliente o no.

El camino a Ifaty es una camino de tierra y arena por donde el Renault Espace de Joce va lento pero seguro. Vamos junto al mar y nos sorprender mucho ver árboles, dentro del propio mar. Al parece la marea sube y baja bastante por aquí y ha inundado partes donde antes había una arboleda. Tanto que pasamos por un puente que creíamos un acueducto por las pinturas del hotel donde pasamos la noche, y se trata de un río de unos 200 metros de ancho donde ahora está completamente seco pero que se inunda en época de lluvias.

El camino transcurre tranquillo y a la hora y media como había comentado Joce, llegamos a Ifaty o más bien Mangily que es donde están los hoteles.

El hotel Moroloko es donde vamos a quedarnos tres días. Cuando bajamos del coche y lo vemos con sus bungalows junto al mar y un restaurante directamente en la arena, se nos saltan las lágrimas. Además Joce nos ha conseguido un precio muy bueno, 60.000 Ariarys (unos 18 €) por la habitación número 5 (si vais tenéis que coger ésta) que tiene las mejores vistas y encima es enorme y muy bien decorada. Incluso tenemos un porche desde donde vemos el mar para poder tomar una cerveza tranquilamente.

Vista la habitación y dada la conformidad nos vamos directamente a unas mesitas en la playa donde Angelo, el que creemos que es el manager del hotel (que no la dueña) nos sirve un cóctel de bienvenida. ¡No tenemos palabras!

En frente vemos el mar donde un montón de malgaches empiezan a notar nustra presencia. Somos los nuevo, y lo saben. Así que se acercan hasta el borde del hotel para intentar vendernos de todo: artesanía, hacernos trencitas (¡a mí!), pareos, bolsos… ¡de todo! Como no también se nos acerca un chico que nos propone hacer snorkel y todo tipo de activiadades como ir a visitar los baobabs y ver tortugas de Madagascar.

Todos ellos se quedan junto a una cuerda que delimita la entrada del hotel (sí, es una cuerda atada unos pilones de madera) pero de ahí no pasan. Parece que los hoteles los tienen bastante controlados en ese sentido.

Como no podía ser de otra manera creemos que por lo menos debemos ir a meter los pies en el agua, ese Océano Índico que está caliente como el Mediterráneo y Caracola por supuesto quiere darse un baño completo. ¡Gran error!

Nada más atravesar el borde del hotel tenemos con 20 personas a nuestro alrededor ofreciéndonos todo eso que contaba, ¡pero todos a la vez!

Como podemos intentamos llegar hasta el borde del agua y allí estamos unos minutos, poco más pues la gente sigue desde la orilla ofreciéndonos cosas. Por suerte, luego descubriríamos que esto solo pasa el primer día.

Volvemos a nuestra jaula de oro y allí nos ponemos a tomar el sol en las tumbonas que tenemos justo al lado y vemos como empieza a disolverse el grupo de vendedores. Pero no, no se disuelven sino que han buscado nuevas víctimas: dos tipos altos que pasean por la playa, con pinta de alemanes son ahora el nuevo objetivo de todos ellos. Podemos descansar ahora en nuestro paraíso particular.

Joce se acerca con un chico que dice que si nos apetece mañana nos lleva a dar un paseo en canoa, hacer snorkel y después nos lleva a comer langosta tras una visita al pueblo de pescadores que hay un poco más al norte y así les vemos como trabajan. La idea nos parece cojonuda por 40.000 Ariarys por barba (11 € aproximadamente) y así tenemos ya el plan listo para mañana.

Un rato después parece que el hambre comienza a hacer mella, y nos movemos hasta el restaurante (que está a 10 metros) desde donde podemos disfrutar de las inmejorables vistas. Angelo, que nos toma nota, se pone a conversar con nosotros y nos cuenta sobre su vida, una madre que no trabaja, sus libros para aprender idiomas que se quemaron en un accidente y lo bonito pero monótono que puede resultar vivir allí. Quiere viajar, aprender, conocer cosas nuevas. Caracola y yo tomamos nota mental y ya hemos decidido que el diccionario de francés – español se queda aquí.

Cuando estamos tomando café, vemos un par de Vazaha a lo lejos que caminan por la playa, como no, rodeados de niños que les ofrecen y les piden de todo. Nos fijamos y ¡resulta que son Mikel y Mónika! Les llamamos y como pueden se zafan de los niños y se acercan. ¡Qué alegría verlos de nuevo!

Nos ponemos al día de nuestras aventuras en la semana escasa en la que nos hemos separado y nos cuentan que están en un hotel un poco más arriba. Ellos ya llevan un par de días por aquí y ya controlan mucho mejor el tema de los paseos por la playa. Después de una charla, quedamos para cenar, al anochecer (como mola no poner horas).

La tarde transcurre tranquila, leyendo en la hamaca, tomando cerveza y disfrutando del espectacular paisaje hasta que decidimos caminar por la playa un poco más.

El paseo romántico que pretendíamos se transforma en lo que nos imaginabamos. Un grupo de niñas que nos sigue durante todo el rato preguntándonos el nombre, diendo de hacernos trencitas, pidiendo caramelos, etc…  Caracola ya ha hecho varias amigas entre las niñas y ha aprovechado para comprar unos pareos a un par de mujeres que nos cruzamos. Hay quetener cuidado porque si lo compras a una y no a la otra se ofenden ¡e incluso de pelean entre ellas! Ya al lado del hotel ha conocido a Ana que le ha prometido que mañana tiene un bolso como el quiere Caracola.

Ya está aterdeciendo así que vamos a la habitación a adecentarnos un poco para ir a cenar pero al final, las vistas, la compañía y la cerveza ganan por lo que acabamos esperando a Mikel y Mónika casi en el mismo sitio donde nos vimos unas horas antes.

Cenamos langosta, no demasiado bien cocinada (se pasaron en la plancha) pero con la compañía, el sitio y el clima, pasamos una noche deliciosa contando batallitas y riéndonos con nuestros compañeros de viaje. ¡Así son los días de vacaciones!

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